LA TRANSVERSAL DE ÉTICA EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR BOLIVIANA Y LATINOAMERICANA
Lic. Pablo Augusto Aranda Manrique
Magíster en Psicopedagogía de la Educación Superior
CEPIES – Universidad Mayor de San Andrés
La Paz, 30 de agosto de 2004
1. INTRODUCCIÓN
El presente documento elaborado para el módulo de “Temas Transversales en la Educación Superior” es una reflexión a cerca de lo que sucede en la Universidad Boliviana y aprecia la distancia que existe en el tratamiento de este tema en la Universidad Latinoamericana en general. Pretende hacer de la definición de ética como una manera moral de actuar en un contexto propio y con pertinencia.
Analizando mi experiencia a partir de la docencia en Universidades privadas y pública, arraigada en años de experiencia en la docencia escolar en la cual se ha tratado más este tema, deseo reflexionar cómo que en este momento la Universidad en su conjunto no se detiene en aspectos propios de la deontología en sus aulas por que no tiene un entorno que cobije tanto interés en responder a la sociedad por el encargo que esta le da, de formar profesionales que contribuyan a su desarrollo.
Entender la pertinencia con la que se cumple ese encargo social se hace difícil, ya que en este momento apenas se hace algunos cambios formales en cuanto a contenidos y actualización de programas y al hacer nuevos diseños curriculares se maquilla la educación superior con tinte de modernidad, en un mundo globalizado con una carrera hacia el dominio de la información, este remedio es inútil y pernicioso para un estudiante que cree en su sistema educativo superior.
Este documento precisa la importancia de entender nuestro tipo de sociedad, al hacer esta inferencia observamos nuestra Universidad carente de realidad, con un discurso anclado en la época de la república que forma caudillos y no líderes del conocimiento, profesionales que entienden por praxis no lo discursos candentes y de reivindicaciones sociales por medio de la palabra, sino profesionales éticos que mediante la inserción laboral y la creación de espacios laborales, contribuyen a un surgimiento de las clases emergentes de nuestro país.
En este documento el rol del maestro es muy remarcado, en cuanto éste busca la verdadera educación integral de su estudiante, no la labor de verificar si los repertorios que escoge a ser instaurados. El rol del catedrático es de hacer un profesional crítico de nuestra realidad, en una Universidad inserta en nuestra realidad y pertinente en su actuar.
Esa pertinencia es la ética.
2. LA EMERGENCIA DE ESTABLECER UN NUEVO PARADIGMA
La Universidad Boliviana ha entrado en un proceso de consolidación a partir del mandato de Universidades Públicas que no solo literalmente hace de su misión visión un discurso de “para el pueblo” o “comprometida con su realidad”, históricamente la Universidad pública desde la colonia y la república ha mantenido un afán de formar caudillos con una retórica propia de siglos pasados, sin contextualizar que el avance del mundo hace que las nuevas armas para una conquista social, una reivindicación del hombre boliviano, requiere una apropiación de la tecnología y por ende de la ciencia. Esta actitud hará de la educación superior un nuevo paradigma.
Histórica y conceptualmente las universidades siguen delimitando y estableciendo su personalidad a partir de la interacción con el conocimiento, con la sociedad y con la persona. Entendemos que las relaciones con la persona se expresan en los procesos de formación que posibilita la institución universitaria orientarlos a enriquecer la socialización del estudiante; a desarrollar la totalidad de sus capacidades; a afinar su sensibilidad mediante el desarrollo de sus facultades; a abrir su espíritu al pensamiento crítico; y a contribuir a su desarrollo moral, movilizado por valores de justicia, solidaridad y autonomía, entre otros sus capacidades; a afinar su sensibilidad mediante el desarrollo de sus facultades; a abrir su espíritu al pensamiento crítico; y a contribuir a su desarrollo moral, movilizado por valores de justicia, solidaridad y autonomía, entre otros. Tales relaciones se establecen en contextos determinados que afectan en mayor o menor medida su dinámica interna. El denominado “rostro propio” de cada institución encarna una manera de concebir tales relaciones y una estrategia seguida para llevar a la práctica su misión y adelantar sus funciones específicas.
En la actualidad, los escenarios en que operan las universidades ha cambiado y ello obliga a que ellas redefinan su tarea frente al valor económico del conocimiento, frente a la sociedad en que operan y con relación a sus compromisos con la persona del estudiante en materia de formación. Veamos cada uno de estos tópicos para abrir luego la discusión. Todo lo que aquí se señala apela a un pensamiento en constitución sobre las dinámicas de transformación de la educación superior
2.1. La sociedad del conocimiento un reto para la Universidad
La nueva sociedad está en una rauda carrera hacia el dominio de la información y del conocimiento, el mundo de la globalización implica mas que todo para países como el nuestro un nuevo rostro: el de las TICs, el de las nuevas tecnologías de comunicación en un mundo de aprendizaje que posiblemente la Universidad boliviana aún no ha enfrentado, al ser este proceso muy complejo y delicado. La diferencia de posibilidades con las que los estudiantes a las Universidades bolivianas es muy heterogénea, existen algunos estudiantes que aún no poseen acceso a una computadora propia y en algún caso debido al alto costo del alquiler de las mismas imposibilita su desarrollo.
La Universidad boliviana está inmersa en un país donde no solo el enfoque implica contenidos, este primer paso que permitido que las universidades privadas saquen de su ostracismo a las públicas, en el mejor de los casos la universidad pública inicia un cambio que se centra aún en una proceso de mejora de contenidos académicos, en mejor de los casos la universidad en su conjunto reflexiona en procesos de interacción con el mundo productivo, mientras que nuestra sociedad avanza a pasos gigantescos en el empoderamiento de nuevas formas de apropiación del conocimiento, “en la sociedad del conocimiento, el valor de éste está imponiendo nuevas reglas de juego en el terreno geopolítico, social y económico y aún en los más variados campos de la experiencia humana en general”[1].
Aunque en las investigaciones a cerca de la presencia del INTERNET en nuestro país reflexionamos a partir de los países latinoamericanos y los datos de que se dispone para apreciar la presencia de la región en el mundo de INTERNET nos indica, como puede apreciarse en la gráfica 1 y en la gráfica 2, que el número de host existentes a enero de 2003, si bien tiene un desarrollo relativo importante en Brasil, Argentina, México y Chile, lo es menos en los otros países; como lo es, igualmente, el uso que se hace de la red en la región, según se deduce de la Gráfica N.3, en la cual dicho uso es ostensiblemente grande entre los países de Europa, Estados Unidos, Australia y el Japón.
Gráfica 1. Número de Host en América Latina.
Fuente: RedHUCyT - Red Hemisférica interuniversitaria de información
científica y tecnológica (http://www.redhucyt.oas.org)
Gráfica 2 Número de Host en América Latina. (Continuación)
Fuente: RedHUCyT - Red Hemisférica interuniversitaria de información
científica y tecnológica (http://www.redhucyt.oas.org)
Gráfica 3. Uso Global de Internet
Fuente: TeleGeography (http://www.telegeography.com)[2]
En este nuevo paradigma las universidades se ven obligadas a: a) cambiar sus políticas de formación del talento humano para responder a las necesidades de nuevos mercados, profesiones y carreras;[3] b) pensar de manera diferente las relaciones con instituciones no académicas, como los gobiernos y los centros externos de producción del conocimiento; c) cumplir con nuevas funciones y asumir su liderazgo en la tarea de producir más y ayudar a posicionar los países en el escenario de la economía global; d) replantear y rediseñar los canales de formación a la luz de las posibilidades que abren las nuevas tecnologías de información; y e) producir una revolución en los contenidos y metodologías de la docencia de las disciplinas, en razón de la velocidad con que éstas evolucionan. Un solo dato ilustra esta situación: las revistas científicas han pasado de 10.000 en 1990 a más de 100.000 en la actualidad[4].
Si se mira el contexto regional, según los estudios últimos, aunque hemos mejorado de modo significativo en la última década, las instituciones de educación superior de América Latina funcionan en la periferia de la comunidad científica internacional. Como lo señala José Joaquín Brunner: el peso de América Latina en el mundo, si se mira a través de varios indicadores de valor agregado (Gráfica 4), sobre el % total mundial y a una escala logarítmica, en aspectos referentes al conocimiento es la siguiente: usuarios de INTERNET 4; exportaciones de alta tecnología 3.3; artículos científicos y técnicos 1.97, y gastos en investigación y desarrollo 1.83.[5] Quizá, tenga que ver esta situación con la imposibilidad que tienen las universidades para tener un proyecto intelectual en el cual se inscriba como tarea el aporte que pueden dar al desarrollo de cada país. Las debilidades parecen estar, con marcadas diferencias entre los países, en los aspectos siguientes: en el número de profesionales y técnicos que se deben formar; en la formación de futuros científicos e ingenieros que se ocuparán del desarrollo científico y tecnológico; en la generación de diagnósticos compatibles con las nuevas coordenadas económicas, sociales, políticas, intelectuales e ideológicas del mundo contemporáneo; y en la formación de élites tanto en el sector público como en el privado[6].
Gráfica 4. América Latina. Peso en el mundo en porcentaje sobre total mundial. 2001.
Fuente. Banco Mundial. (2001).[7]
El atraso de los países de la región es claramente observable en la Gráfica 5 en la que puede apreciarse como ningún país de América Latina se ubica en el sector más alto de las Nuevas Tecnologías de información y comunicación. Mucho más en nuestro país que no tiene acceso por la pobreza a estas nuevas tecnologías, es lamentable pero al no tener datos propios seguimos el análisis en Latinoamérica Otros, aparecen de modo consistente y en diferentes comparaciones en la parte más baja (Nicaragua, Honduras y Ecuador). A su vez, el Cuadro 1. hace visible la ubicación de los países de la región en una comparación de ranking que comprende diversos aspectos, tanto en el nivel mundial como en América Latina y el Caribe. Estos últimos permiten determinar el potencial de crecimiento a mediano y largo plazo de cada país de acuerdo con sus niveles de competitividad.
Gráfica 5. Indice UAI de Capacidad Tecnológica. 2000 (puntaje).
Fuente: Brunner, 2002.
Cuadro 1. Posición de los países de América Latina en los Rankings Tecnológicos.
Países
Índice Tecnológico
(WEF)
Índice de Adelanto Tecnológico
(PNUD)
Índice de Preparación para Sociedad de Redes
(CID-Harvard)
Uso de Redes
Factores habilitantes
Ranking
Posición en A.L.
Ranking
Posición en A.L.
Ranking
Posición en A.L.
Ranking
Posición en A.L.
Número de países
75
72
75
75
Argentina
48
6
34
2
31
1
36
3
Bolivia
67
13
46
7
52
11
Brasil
49
7
43
6
40
4
34
2
Chile
42
3
37
4
34
2
30
1
Colombia
56
9
47
8
53
12
60
11
Costa Rica
33
1
36
3
48
9
45
5
Ecuador
69
15
53
11
73
17
67
14
El Salvador
58
11
54
12
56
13
58
10
Guatemala
68
14
62
14
66
13
Honduras
70
16
61
14
72
16
71
16
México
36
2
31
1
43
6
46
6
Nicaragua
71
17
64
15
65
15
73
17
Panamá
57
10
42
6
55
13
48
7
Paraguay
73
18
52
10
47
8
68
15
Perú
62
12
48
9
44
7
62
12
R. Dominicana
47
5
55
13
42
5
51
8
Uruguay
45
4
38
5
37
3
39
4
Venezuela
55
8
50
10
55
9
Fuente: World Economic Forum(2002). PNUD (2001). CID-Harvard (2002).[8]
Las instituciones son conscientes de que hay cambios necesarios pero no aciertan, en muchos casos, a encontrar estrategias para hacerlos de modo que comprometan corporativamente a sus organizaciones. El resultado final es que las universidades tienen ahora un papel estratégico en el desarrollo económico de los países a la vez que una limitación para generar articulaciones innovadoras con los sectores externos.
Quizá estas limitaciones estén relacionadas con los niveles de formación del talento humano de que disponen las instituciones para el desempeño de sus funciones de investigación y de docencia. En efecto, si consideramos como dos factores centrales de la profesión académica, el tiempo y la preparación de las personas que a ella se consagran, sólo un 40% de los profesores poseen una dedicación de tiempo completo, en promedio, en las instituciones públicas, y un 13% en las privadas. En cuanto a formación académica, sólo una minoría de los profesores universitarios del sector público, ha alcanzado el nivel doctoral: menos de un 5% en Bolivia, Colombia, República Dominicana y México; alrededor de 12% en Chile y un 22% en Brasil. Muy seguramente la proporción de doctores en el sector privado sea menor[9].
A su vez, el conocimiento se produce en diversos centros de naturaleza pública y privada y se hace de un modo diferente a como la universidad tradicional venía acostumbrada. En el presente, la solución de los problemas no se hace en el marco de los intereses académicos, de un investigador aislado, o en forma auto-referencial a un grupo (paradigma específico). El conocimiento científico se lleva a cabo en un contexto de aplicación, en el que predomina cada vez más la oferta y la demanda y los intereses de los financiadores. La ciencia se torna cada vez más útil para alguien. La interdisciplinariedad como la transdisciplinariedad domina cada vez más la cultura de los grupos de investigación. Con mucha frecuencia los resultados de una investigación no encajan fácilmente en el campo de una disciplina (medio ambiente / biodiversidad); cada vez más el campo de la investigación se hace más heterogéneo y se configura con base en equipos móviles vinculados entre sí por redes operativas de información especializada. Cada organización que interviene en la investigación científica es menos jerárquica y más transitoria (alianzas); la preocupación por el impacto impregna la práctica de la investigación en todos los campos. También se ha incrementado la reflexión entre los equipos de investigación, lo que los induce a introducir en su seno especialistas del área de Ciencias Sociales tornando dicha práctica más reflexiva y responsable. Asistimos, en una palabra, a un “mercado mundial del conocimiento” con características bien distintas a las que tuvo el “amor a la ciencia” en los albores de la institución universitaria que significó el que éstas se movilizaran en el terreno del saber sobre orientaciones eminentemente académicas. Así las cosas, las universidades se encuentran en la necesidad de redefinir sus relaciones frente al conocimiento y al uso del talento humano que poseen.
2.2 La Universidad en contacto con su realidad social
La manera tradicional de definir las relaciones entre la universidad y la sociedad está variando muy rápidamente por varias razones: a) la pérdida de identidad del sistema educativo frente a las nuevas demandas; b) la expansión cuantitativa de la matrícula a expensas de la calidad y la eficiencia; c) la crisis de la estructura de relaciones entre el Estado y los Sistemas de Educación; d) la carencia de mecanismos de regulación y conducción eficientes; y finalmente e) el rezago en materia de producción de nuevo conocimiento por parte de las instituciones de educación superior[10].
Para los fines de este trabajo, nos fijaremos en cinco aspectos:
a) Las tendencias de la demanda. Entre 1990 y 1997 los estudiantes de secundaria aumentaron en la región de modo significativo, pasando de 22 millones a 29.2 a finales de la década; a su vez, en el nivel terciario se pasó de 7.3 millones a 9.4 millones para el año 2000.
La tasa bruta de escolarización del nivel terciario ha venido también aumentando, pasando de 15.8 en 1985 a 19.4 en 1998.
Este crecimiento estuvo relacionado en buena parte a proyectos políticos que apoyaban procesos de democratización educativa; estrategias que a su vez se asociaban a estilos de desarrollo y concepciones que propugnaban por una capacitación del recurso humano requerido para el desarrollo de los países. Papel importante desempeñó el Estado en este proceso ampliando frentes de trabajo, principalmente en el sector de los servicios.
A su vez, se han producido mejoramientos significativos en el nivel previo al terciario en razón de políticas introducidas en los últimos años en materia de calidad y se ha incrementado el reconocimiento del valor de la formación universitaria como medio para incorporarse a los mercados laborales.
De otra parte, han surgido nuevos grupos de interés en la formación de tercer nivel en virtud de las nuevas demandas en materia de mercados laborales y de la evolución de las profesiones. La educación permanente y a lo largo de toda la vida genera, a su vez, nuevas demandas y más diferenciadas hacia las instituciones de educación superior.
Todo hace pensar, en consecuencia, que en la próxima década la población total crecerá pasando de 508 millones a 566 millones para el año 2010 y a 643 millones en el año 2020; sobre todo en el grupo etario mayor de 35; lo cual puede significar que la demanda de educación superior será mayor por este grupo.
A su vez, se prevé que la tasa de retorno privado de la formación universitaria, continuará por varios años.
Podría pensarse, en consecuencia, que la demanda por educación superior se incrementará; como lo señala la OECD, ésta será amplia, individualizada y también colectiva y social[11].
Será, entonces, necesario tener en el horizonte de las preocupaciones varias situaciones: a) una buena parte de la demanda estará compuesta por personas con un capital cultural y escolar por debajo del promedio; b) será necesario atender una demanda latente por programas vocacionales de naturaleza técnica y tecnológica; c) cada vez será más fuerte el choque entre el modelo tradicional de universidad con sus estructuras rígidas, auto-referencial y una concepción del saber como actividad “desinteresada” frente a las urgencias sociales, y un modelo abierto, flexible, situado y comprometido explícitamente con las tareas del desarrollo, sin dejar de ser fiel a su “idea” originaria; d) el modelo tradicional tiene inconvenientes adicionales de la mayor importancia: la orientación de la oferta académica hacia las carreras tradicionales y de 5 años de duración en promedio son más costosas en una proporción hasta de 3 a 1 que las técnicas superiores y, adicionalmente, responden menos a las necesidades de los mercados que exigen perfiles diferentes; e) la oferta masiva de educación superior pondrá sobre la mesa de discusiones con mayor urgencia el tema del financiamiento, lo que puede obligar a los países a tomar una de dos soluciones: o liberar la oferta privada, como lo ha hecho Chile, Brasil, Colombia y El Salvador, entre otros; o aceptar una reducción del gasto por alumno en las universidades públicas o, mejor aún, diversificar las fuentes de ingresos propios y disponer de nuevas fórmulas de financiamiento; f) la masificación de la demanda conducirá necesariamente a introducir políticas de mejoramiento de la calidad del servicio introduciendo sistemas de control, evaluación y acreditación institucional y de programas académicos; con lo cual las instituciones tendrán grandes presiones para introducir mecanismos de mejoramiento continuo en todas y cada una de sus funciones sustantivas. g) la eficiencia se volverá un tema central en la discusión internacional y regional, porque será indispensable que las instituciones aumenten su tasa de graduación y disminuyan el costo social que tiene una alta tasa de deserción educativa del tercer nivel.
b) Nuevas demandas de la sociedad civil. Es muy importante tener en cuenta que en la mayoría de los países está cambiando la demanda de la sociedad civil hacia la universidad. Esta sociedad está integrada por intereses corporativos organizados de la sociedad, expresados a través de diversos grupos: gremios, comunidades, padres, estudiantes, egresados, ONG´s. Cada vez poseen formas de organización más diferenciadas con intereses específicos y conscientes de la importancia que tiene la educación superior para el logro de sus intereses propios.
La sociedad de hoy, como la universidad, es cada vez más consciente de que tenemos en la región un Estado precario; cada vez más pequeño y que va perdiendo de modo creciente, fuerza moral y política. Su papel de vigía y su capacidad para generar igualdad de oportunidades sociales y culturales que impulsen la paz, la estabilidad y el bienestar de todos los ciudadanos son cada vez más débiles.
Pero a la vez, son conscientes de que necesitamos un sistema democrático genuino y abrir espacios para que la sociedad pueda avizorar y contribuir a construir un futuro menos dispar y más esperanzador. Necesitamos más fuerza, más talento y más imaginación para encontrar las soluciones. Y por ello mismo, es urgente crear condiciones para que estos elementos se consoliden en la conciencia de cada individuo.[12]
En este contexto, se hace y se hará a la universidad una exigencia muy clara: la de construir sentido de la época. Es decir, ayudar a entender los fenómenos que vive la sociedad global y la juventud de cada país en particular. No es una exigencia nueva. Algunos consideran que en esta dimensión surge la importancia del proyecto ético político de la universidad, como una dimensión fundamental de su compromiso con la persona en sus procesos de formación. Sobre este punto volveremos más adelante. También es abierta la exigencia de que la universidad sea una institución social abierta y flexible que introduzca entre sus funciones la de contribuir a pagar la deuda social y a responder a las necesidades del desarrollo del respectivo país y que asuma la “educación permanente” y “a lo largo de la vida” como una responsabilidad indelegable y ¿cómo hacerlo sin una voluntad política clara de contribuir a que las diferencias de origen no permanezcan hasta la muerte de la persona? Nos encontramos aquí con dos problemas de la mayor relevancia para el futuro inmediato: la equidad y la pertinencia.
c) La equidad en materia de educación superior. Al hablar de equidad social estamos haciendo referencia en el nuevo discurso sobre la educación superior a una política de Estado que asume la preocupación por “la formación común de las mismas competencias y conocimiento considerados básicos para el mejor aprovechamiento futuro de nuevas oportunidades compensatorias o remediales para quienes las necesitan; así como la promoción de innovaciones curriculares, pedagógicas y administrativas orientadas a mejorar las oportunidades de logro escolar a sectores con aprestamiento educativo deficiente”[13]. Así entendido el término se opone a la concepción tradicional de la misma, entendida como “medio de selección de élites” que se expresa en la urgencia de ampliar cobertura, bajo el presupuesto de ofrecer a quienes tienen el talento requerido el que accedan a la meritocracia de la formación universitaria. La equidad en materia de educación superior posee un amplio potencial de cambio social en la medida en que coloque en el centro de la política el problema del acceso porque obligaría a adelantar acciones en diversas focos, hoy inadvertidos en muchos países: a) en repensar las políticas de ingreso de los estudiantes al sistema; b) en los criterios de selección; c) en la distribución regional de la oferta; d) en la diversificación de modalidades educativas; e) en los criterios de legitimación de las instituciones; y f) en la identificación de estrategias de relación entre los niveles que conforman el Sistema de Educación Superior en cada país.
En la medida en que no se garantice el acceso a la Educación Superior (y no sólo a la básica obligatoria) y que quienes están en las universidades públicas no sean los más pobres (como lo demuestran los estudios para algunos países), la democracia es formal y, por lo tanto, el aporte de las instituciones de educación superior para generar igualdad se ve comprometido. Por el contrario, favorecería que su acción se conciba bajo la óptica de una meritocracia de la inteligencia que termina asumiendo la “formación universitaria” como ideal de formación humana, en desmedro de otras modalidades (técnica y tecnológica) y desconociendo que el talento tiene una base social. Cada vez es más claro que las capacidades innatas diferenciales no pueden ser fuente de desigualdad. La sociedad debe recompensar el mérito individual y no la herencia. Hay que buscar la aristocracia basada en el mérito y ésta debe crearse con base en la intervención del Estado, como garante del bien común. La igualdad de oportunidades es la base de la igualdad política y también ante la Ley.
En esta dirección las prioridades están puestas en: a) colocar la equidad social como principio de la política en materia de educación superior; b) diversificar la oferta educativa geográficamente (programas, modalidades, instituciones); c) ampliar la base social del sistema educativo de tercer nivel; d) identificar mecanismos de articulación con los niveles previos al universitario; y e) políticas agresivas en materia de financiamiento para los individuos de menores ingresos.
d) La pertinencia. La mayoría de los trabajadores en América Latina y el Caribe aprenden a trabajar por fuera de las instituciones ideadas para ello. La información al respecto nos dice que en la región apenas uno de cuatro o cinco jóvenes reciben educación laboral específica; el 18% cursa estudios postsecundarios, el 2% o 3% es atendido por las instituciones de educación superior, y un número desconocido pero pequeño es atendido por el sector productivo de modo formal. Esta situación tiende un manto de duda sobre la pertinencia de las instituciones que prestan este servicio y sobre su productividad.
Muchas instituciones hacen esfuerzos por ampliar cobertura, por satisfacer las diferentes demandas, pero los resultados no son aún evidentes. Parecería, según lo señala el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que los resultados no se ven y que las instituciones tienen un perfil caracterizado de la manera siguiente: “siguen siendo instituciones formales de gran tamaño; con instalaciones, maquinarias y equipos costosos pero obsoletos; con sindicatos de tradición y poder, con la añoranza de la época dorada y sus altos costos unitarios; con contratos tácitos o menos tácitos con determinados usuarios del tiempo del proteccionismo, o con conglomerados emergentes”.[14]
En su conjunto, podemos observar que el mercado de la educación superior gira sobre el mercado estudiantil, tratando de atender diferentes sub-mercados, de la manera siguiente:
· El submercado privado de excelencia, compuesto por instituciones de renombre y con un desarrollo relativo mayor.
· El submercado público de excelencia, compuesto por instituciones, facultades o programas, cuya matrícula es gratuita o casi pero con grandes restricciones académicas de ingreso y en las cuales estudian estratos, no siempre de origen popular.
· El submercado público de masificación, que suele surgir en Estados que promueven el ingreso automático. Con frecuencia, atienden demanda, a costa de desmejoramiento de calidad.
· El submercado privado de masificación o de “absorción de demanda” y que puede estar comprendiendo actualmente a un 75% de las instituciones no oficiales (carreras cortas, medias, politécnicos entre otros).
De esta manera, muchos afortunados pagan educación barata en instituciones públicas y muchos pobres pagan educación cara en instituciones de “absorción de demanda”. Pero como la calidad es una resultante que implica procesos académicos, docentes calificados, infraestructura y apoyos a la docencia y a la investigación; si exageramos un poco podríamos decir que la capacidad de atender de modo pertinente los diversos mercados por parte de las instituciones es relativamente bajo. Las instituciones se piensan desde sí mismas, con relevante autonomía de las dinámicas de transformación de los mercados, de las profesiones y de las carreras. Este es uno de los rasgos más relevantes de la oferta educativa, aunque la política de los gobiernos comienza a obligar a las instituciones a realizar una variación en esta materia para procurar que se piensen desde la demanda y un poco más allá como “instituciones abiertas” sin que la pertinencia se asuma como una respuesta pasiva, o una actitud receptiva y una réplica mecánica a las demandas externas; si no, más bien, con gran fuerza proactiva respecto a las dinámicas de trasformación de la sociedad.
e) Presión creciente de los mercados. Hasta la década de los noventa no era tan relevante el fenómeno de la competencia entre las instituciones. Los gobiernos financiaban la educación oficial sin referencia a criterios para la asignación de los recursos y sin tener en cuenta indicadores de gestión para evaluar su desempeño. En la última década se comienza a pensar en mecanismos diferentes de financiamiento y se crean, así mismo, otros diversos para exigir el rendimiento de cuentas acerca de las condiciones internas de operación de las universidades[15]. Surge el Estado evaluador legitimando una nueva forma de relación entre la educación superior y el Estado.
Según algunos, estos fenómenos pueden significar menos autonomía interna puesto que el Estado y los mercados fijan las reglas de juego pero, a su vez, para ser competitivas requieren de dicha autonomía en su gestión interna para reorientar recursos y para establecer políticas de estímulos.
Sin mucha conciencia institucional, la universidad ha ido pasando de ser un mercado de oferta a otro fundamentalmente de demanda. Pero esta relación parecería que es pensada desde la perspectiva mercantilista de la oferta/demanda. Hacia el futuro, el mercado estará inclinado por la demanda y los gobiernos estarán interesados en financiar más a ésta que a la primera[16]. Sólo que con frecuencia un mercado orientado de esta manera conduce a que primen los intereses de corta visión; con un efecto negativo, sobretodo cuando la demanda no posee proyectos de largo plazo[17].
A modo de ejemplo, observemos el resultado de un estudio hecho para América Central sobre las futuras carreras universitarias de mayor interés para los empresarios.[18] En su orden: Ingeniería de Sistemas (92.8 %); Administración de Recursos Humanos (85.7%); Administración de empresas (81%); Ingeniería en manufactura (76.2%); Electrónica (76.2%); Ingeniería Industrial (73.9%); Turismo (73.9%); Agroindustria (71.4%); Ingeniería Mecánica (69.1%); Tecnología en Salud (69.1%); Electromecánica (66.7%); Ingeniería Agrícola (59.6%). Obsérvese que los primeros lugares corresponden a carreras que tienen un cierto valor transversal para diferentes profesiones del sector corporativo y que además están pensadas en función de los grupos de interés (Clusters). Entre las trece primeras carreras seleccionadas no aparecen las Ciencias Básicas, ni la Filosofía ni el Arte. ¿Podría significar el dato anterior que la orientación de la universidad del futuro, de seguir las tendencias del mercado, sería preferencialmente técnica y no académica? Y con tal orientación, ¿las funciones distintas a la de la capacitación podrían mantenerse? ¿Qué suerte correría el problema de los fines en la universidad y cuál sería su efecto sobre la sociedad global?
2.3 La preocupación por los valores como parte central de la ética.
En general, las universidades suelen declarar como algo propio su compromiso con la formación integral entendida como “aquella que contribuye a enriquecer el proceso de socialización del estudiante, que afina su intelecto y su sensibilidad mediante la adquisición de competencias intelectuales, artísticas, morales y que contribuye al desarrollo de su pensamiento crítico; todo ello para que el individuo sea cada vez más apto para insertarse con dignidad en el mundo del trabajo y para vivir en una sociedad movilizada por la justicia, la solidaridad y el respeto por la diferencia.”[19]
Pero más allá de las diferencias en materia de religión y confesión propias, hay elementos comunes de la mayor trascendencia y sobre los cuales pueden construirse sinergias a la hora de la acción. La razón puede ser de diferente orden.
a) Vigencia de la pregunta ética fundamental, a saber: ¿Por qué debe el hombre, como individuo, grupo, nación o religión, comportarse de modo humano? ¿Por qué tal comportamiento debe ser incondicional? Y ¿Por qué nos afecta esto a todos, sin exclusión de estrato social, clase o grupo?[20]
Naturalmente, esta pregunta se expresa de manera más directa cuando los grandes colectivos se interrogan sobre fenómenos de palpitante actualidad como, por ejemplo: ¿Por qué es necesaria la tolerancia, el respeto, el aprecio de un pueblo frente a otro, o de una religión frente a otra, o de una raza frente a otra? ¿Por qué los responsables de los gobiernos debieran alinearse siempre en beneficio de la paz y nunca de la guerra?
Son preguntas que ponen sobre la escena la urgencia de una reflexión sobre el talante ético y sobre el comportamiento moral de las personas. Parecería que urge encontrar una respuesta positiva que contribuya a crear para el presente una actitud ética en las nuevas generaciones y en esta tarea la universidad tiene ventajas comparativas excepcionales.
b) La sociedad civil, cada vez más organizada en nuestra región, tiene conciencia de que la democracia no es posible sin la existencia de un consenso básico y construido de manera dinámica; debe ser propiciado por el Estado en el marco de un pluralismo de cosmovisiones que lo induce al respeto por la libertad y los derechos humanos, a la tolerancia de religiones, confesiones y filosofías. Cada vez es más obvia, la necesidad de contribuir a la construcción de una sociedad abierta y plural. El acuerdo hace referencia de una parte a un mínimo de valores, normas y actitudes básicas; lo cual requiere del diálogo sobre puntos precisos: voluntad común de resolver los conflictos sociales sin empleo de la fuerza. Y de otra parte, el respeto de la diferencia, de un orden y de unas leyes determinadas. Sin lo primero no habría paz interna y sin lo segundo no es viable la sociedad[21].
c) Existencia de un respeto por la orientación ética fundamental de cada quien. Cada persona se encuentra ligada, tanto en su vida pública como en la privada a valores, normas, actitudes y orientaciones vitales en el marco de un contexto cultural y transcultural. En este complejo mundo, todos necesitamos aferrarnos a algo. Se trata de vínculos primeros que alimentan nuestra experiencia del mundo e inspiran el sentido de nuestra existencia personal. En un universo de anomia como el que caracteriza la cultura de hoy, son estos vínculos lo que se encuentran comprometidos. Podríamos preguntarnos más allá de toda diferencia, ¿Cuál es la finalidad ética que podríamos proponer para este milenio que comienza?, como no sea la de la responsabilidad planetaria que implicaría entre otras cosas: a) que en lugar de propugnar una ética del éxito o de intenciones, propugnemos por una ética que se preocupa por las consecuencias y asume frente a ellas una responsabilidad clara; b) aceptar que se trata de una responsabilidad frente a “lo común”, “lo público”. A este propósito, Hans Kung nos propone algunas preguntas: “¿Bajo qué condiciones fundamentales podemos sobrevivir con una vida humana en una tierra habitable, programando humanamente nuestra vida individual y social? ¿Qué presupuestos son necesarios para salvar la civilización humana en el tercer milenio? ¿A qué principio básico habrán de atenerse los responsables de la vida política, de la economía, la ciencia y la religión? ¿Qué se requiere para que el hombre concreto alcance una existencia plenamente realizada?”
d) La ética es asunto público. Para el presente, la ética no es asunto privado; por ello la necesidad de darle una cierta institucionalidad, es decir concretarla en prácticas que trasciendan lo privado: cátedras, comités, códigos de honor en campos específicos como biología, medicina, técnica y economía, código de negocios. Todas las acciones humanas involucran un contexto ético global. Sin talante ético mundial, no hay un orden mundial. Así lo señala Hans Kung: “ Los conocimientos no implican de por sí un conocimiento del sentido; los reglamentos no son todavía orientaciones y las leyes no son todavía actitudes morales”. ¿De qué sirven las leyes sin costumbres?
Todas estas consideraciones podrían posibilitar una reflexión crítica de las instituciones sobre sus condiciones internas de operación de frente a los nuevos escenarios y a la velocidad de los cambios en curso. De igual manera podrían ayudar a replantear las relaciones que ellas guardan con el Estado, pero sobre todo generar una nueva dirección de las formas de articulación con la sociedad. Todo ello sin abandonar su herencia milenaria como sede de producción del conocimiento. Bien sabemos que estamos de camino y que independientemente de los cambios legales, no hay mejor ley que la nace de uno mismo. El ejercicio de la autonomía responsable seguirá siendo el mejor testimonio y el mejor medio para incrementar la auto-regulación versus la intervención sin límites del Estado.
3. La ética en la Universidad es una obligación por el cambio del mundo
Es necesario comprender que sobre la humanidad se ciernen amenazas muy reales, son numerosos los lugares del globo en que la dignidad del ser humano sigue sufriendo los embates de la guerra y de la exclusión, una exclusión que afecta a los más vulnerables y a los más desfavorecidos. Aumentan las desigualdades y la pobreza; se elevan los muros del apartheid urbano; se olvida la educación de las mujeres. Y a la violencia que el hombre impone al hombre se añade la que éste ejerce sobre la naturaleza, hipotecando así su propio porvenir.
La búsqueda del beneficio rápido y la falta de previsión han llevado a la explotación intensiva de los recursos naturales, a las catástrofes ecológicas, a la agravación de los problemas del agua y de la desertificación, a la contaminación en todas sus formas. ¿Quién nos garantiza que, en el futuro, los avances científicos y tecnológicos traigan consigo soluciones y no nuevos peligros?.
El desarrollo de las biotecnologías y la posibilidad de que el hombre modifique su propio patrimonio genético ponen en entredicho la definición misma de lo humano, corremos el riesgo de ser sojuzgados por nuestros propios inventos, de ser prisioneros del laberinto que hemos creado, por falta de un enfoque ético y de una vigilancia incansable.
La preocupación por el futuro nos impone ese enfoque y esa vigilancia: no es posible que el porvenir quede en manos de fuerzas ciegas y dictados cínicos. Los déficit éticos me parecen más graves, a largo plazo, que los presupuestarios.
El enfoque ético del futuro se alimenta de la convicción de que la solidaridad hacia las generaciones actuales y la que debe ligarnos a las generaciones futuras no se contraponen: una y otra expresan el mismo rechazo de la exclusión y de la injusticia, la misma conciencia del vínculo que une en un solo cuerpo a todos los miembros de la humanidad. Esta ética no consiste en vanas disposiciones para un porvenir indefinidamente aplazado: comienza aquí y ahora, en la atención prestada a los demás y en la voluntad de transmitir a las generaciones futuras un patrimonio que no está irrevocablemente comprometido.
Para no estar a merced de estos, para recuperar el control de nuestro propio porvenir, para escapar a la rutina y a la obsolescencia, hemos de rehabilitar la visión a largo plazo dirigiendo nuestra mirada lo más lejos posible a fin de prever los acontecimientos.
Sólo esta capacidad de anticipación podrá contrarrestar la incertidumbre del porvenir y habilitar algunos espacios para una acción en el presente. Pues de lo que se trata es de actuar: prever es combatir la apatía y la indiferencia, alertar las conciencias, abrir los ojos a los riesgos del mañana y reorientar, en caso necesario, las decisiones de hoy. Prever es la condición de una práctica eficaz.
4. La Universidad como espacio de aprendizaje ético
Para la Universidad boliviana resulta un verdadero reto formar profesionales cuyos valores respondan a una actuación profesional responsable y comprometida con la solución de los problemas de su entorno laboral, demostrando competencia en su desempeño y una actuación ciudadana digna de los más altos valores morales que distinguen nuestra sociedad.
El centro de la labor educativa es la formación ética del profesional para ello el enfoque integral potencia la aplicación de métodos y el despliegue de los contenidos de las asignaturas para formar desde la instrucción los valores éticos que caracterizan a cada profesional por ello las universidades constituyen un espacio cosmopolita para el aprendizaje ético, ya que son centros difusores de cultura por excelencia.
La universidad y sus claustros de catedráticos en nuestro país han estado siempre a la vanguardia de las transformaciones que la sociedad le impone, en sus recintos ha primado como tendencia fundamental el pensamiento crítico, la necesidad del progreso, la búsqueda del rigor y de la verdad en todos los ámbitos y procesos, más cuando se trata de los cambios en las formas de pensamiento y de promover la capacidad de los estudiantes hacia estas mismas formas de conducta, pareciese que se no hubiera comunicación y hubiera distanciamiento entre los catedráticos y estudiantes, en virtud de que los primeros tratan por todos los medios de preservar las tradiciones que caracterizan a la universidad, este análisis conduce a la reflexión acerca de que las relaciones entre los docentes y las nuevas generaciones de universitarios confluyen en una situación de tensión entre la necesidad de preservar la tradición y la necesidad de cambios hacia una visión de modernidad.
A la Universidad pública y privada boliviana no le falta motivación para el cambio, lo que sucede es que en ocasiones hay una falta la voluntad política para realizarlos, mientras por una lado se promueven las mejoras para el proceso docente educativo y se aceleran las investigaciones para la calidad de la docencia no ocurre del mismo modo con las mejoras encaminadas a la formación en valores y en especial del aprendizaje ético. No es menos cierto que se ha avanzado en la incorporación al currículo y a los procesos sustantivos de la educación superior aspectos que tributan a la formación ética del profesional y en el ámbito investigativo se han dado pasos de avance, pero aún es insuficiente y queda mucho por hacer para lograr la formación ética de los futuros egresados y contribuir al enriquecimiento de la formación personal en la dimensión ética y moral. Partamos del hecho que la Universidad en nuestro país esta divorciada de la industria y de la producción, allí observamos a docentes interesados en introducir a los estudiantes en instancias de reconciliación entre la teoría y la práctica, sin embargo observamos que la Universidad no garantiza ese producto, menos permite estos convenios y de ninguna manera posee estabilidad económica para crear instancias propias de producción.
5. CONCLUSIÓN
La transversal de ética en la Universidad boliviana y latinoamericana se inicia y desarrolla en la medida en la que se compromete en una búsqueda de inserción en el mundo de la comunicación a través del empoderamiento de las nuevas tecnologías de comunicación. Su acción exige una simbiosis entre los catedráticos que buscan una inserción de sus estudiantes en medios productivos y la Universidad que busca un relacionarse con la industria y los servicios que harán del estudiante un hombre y una mujer insertos en un campo laboral para beneficio de nuestro país.
Por último, se entiende por transversal de ética, desde mi exposición en el presente documento, a la pertinencia con la que se actúa al ofertar un servicio educativo de nivel superior y el cumplimiento que se da al mandato que da la sociedad a la Universidad, de entregar a sus profesionales aptos para la vida laboral.
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· The World Bank Constructing Knowledge Societies. New Challenges for Tertiary Education: A World Bank Strategy. Vol. 1 (draft).
· Villaseñor, Guillermo. La Identidad en la Educación Superior en México. UNAM-CESU México. 1997
[1] Castells, M. La era de la Información. V. I. Edit. S. XXI. México, 1999.
[2] Esta gráfica se utiliza con autorización expresa de: http://www.telegeography.com
[3] Gibbons, M. y Otros. Las nuevas formas de producción del conocimiento. Ed. Pomares-Corredor. Barcelona, 1997.
[4] Rosovsky, H. The University. An Owner’ s Manual; WWW.Norton&Company, New Cork http:www.anuies.mx/; y Ruiz Durán, C. (s.f.) El reto de la Educación Superior en la Sociedad del Conocimiento. http://www.anuies.mx/
[5] The World Bank Constructing Knowledge Societies. New Challenges for Tertiary Education: A World Bank Strategy. Vol. 1 (draft).
[6] Brunner, J.J. Aseguramiento de la calidad y nuevas demandas sobre la educación superior en América Latina. S. de Chile. 2002 (Doc. Impreso).
[7] Brunner, J.J., en: Idem.
[8]Brunner, J.J., en: Idem.
[9] Brunner, J.J., en: Idem
[10] Villaseñor, Guillermo. La Identidad en la Educación Superior en México. UNAM-CESU México. 1997
[11] OCDE. Redefining Tertiary Education; París. 1998.
[12] Garay, Luis Jorge. Repensar a Colombia. Bogotá. PNUD. 2001.
[13] Gómez, Victor Manuel. Cuatro temas críticos de la Educación Superior. Alfaomega-ASCUN-Universidad Nacional. Bogotá, 2000, p.68.
[14] Gómez Buendía, H. y Otros. Educación. La Agenda del S XXI. PNUD/ TM Editores. Bogotá, 1998.
[17] Doryan, E. Educación y competitividad en Centroamérica. Febrero, 1999 (Documento impreso).
[18] Ib. p. 28
[19] Un amplio desarrollo de esta idea puede encontrarse en: Orozco Silva, Luis Enrique. La formación integral. Mito y realidad. Edit. Alfaomega. Bogotá, 1999. Véase: Informe Dearing. Igualmente, “Boyer Comission´s work. Stony Brook, 2.000.
[20] Kûng, Hans, en: Proyecto de una ética mundial. Edit. Trotta, Madrid, 1995, p. 45 y ss.
[21] Orozco Silva, Luis Enrique. Etica y Educación Superior. Una relación frágil pero necesaria. Agenda para la modernización de la Educación Superior. ICFES. Bogotá, 1996.